
La Calavera del Juego del Siglo
La Calavera del Juego del Siglo
en memoria de D. Byrne vs. R. J. Fischer, 1956
Una calavera bien huesuda y bien risueña
te echó el ojo desde el final de la apertura,
se acercó y te susurró con gran dulzura:
"desde ahora bien lo sabes, yo soy tu dueña".
Y es que sin pudor y con mal gusto
moviste el alfil dos veces,
subestimaste al rival con creces
y te llevaste tremendo susto.
No esperabas en a4 del caballo el sacrificio
y viste hasta muy tarde el regreso del alfil:
leyenda en el tablero, jugada de alto perfil:
tenías por oponente al mejor en el oficio.
Ni preparado estabas para la mortal oferta
que anunciaba la entrada al sendero sin retorno,
porque ni peones ni piezas en su entorno
protegían ni cuidaban al tesoro en puerta.
Y es que desesperado y tambaleante
contra la dama te fuiste
y al rival todo le diste
en ese molino inmortal y tan galante.
Y es que la posición resultante, aparte,
mantenía tu torre atascada,
de aire ni una sola bocanada,
triste y atrapada en su rincón distante.
Y la parca lo vio todo con ese ojo tan fino:
juego medio inexistente, manotazos sin sentido,
y así huesuda y bien risueña resolvió de tajo tu destino.
El resultado es ahora memoria
y de ejecución metódica ejemplo:
la primera ofrenda en el templo
del titán que así entraba a la historia.
Y tu historia es el cuento de espanto
que todo aprendiz escucha al inicio:
"antes de arrojarte al precipicio,
¡desarrolla tu piezas como puedas tanto!"