La apertura (y III) - El enroque y la seguridad del rey

La apertura (y III) - El enroque y la seguridad del rey

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En capítulos anteriores trazamos pautas para el desarrollo, advertimos de la necesidad de aplicarlas en cada una de nuestras partidas y de que su omisión puede conducirnos, incluso, a una derrota con escasa lucha.

Ya entonces se advertía de la necesidad de salvaguardar la seguridad del rey, retirándolo del centro del tablero para evitar un ataque demoledor sobre el mismo en el caso de que los peones centrales desaparezcan y la posición se abra. Es el momento de profundizar algo más sobre el tema.

La cuestión que ahora nos ocupa es, más que ninguna otra, una cuestión de supervivencia ajedrecística. El rey es la pieza básica en cualquier tablero, su captura es esencial y objetivo último del juego; por eso resulta tan decisivo darle protección.

Vamos a ver un caso típico de rey mal protegido. A simple vista su seguridad no parece amenazada, pero la realidad es bien distinta.

Partida 1

Desde los primeros instantes se producen en la parte central del tablero pequeñas pugnas por la posesión de esta. Ello trae consigo (lo hemos visto en varios ejemplos) la apertura de columnas, muy apropiadas para la colocación de damas y torres pero poco recomendables para la permanencia del rey. El enroque, parte primordial del desarrollo, cumple dos requisitos fundamentales: restablecer la protección del monarca, resguardándolo tras una formación de peones, y facilitar a las torres, concretamente la del ala donde el rey decide enrocar, la incorporación al juego y el control de las columnas centrales.

Para completar el desarrollo debe asegurarse la posición del rey y poner las torres en juego, ocupando las columnas centrales. Ello se consigue mediante el enroque.

Prescindir de este particular movimiento, por el contrario, suele conducir a la debacle. El rey negro en el centro resulta especialmente vulnerable. Por eso, cuando el juego del oponente lo facilita, es una decisión acertada privar al rey contrario del derecho a enrocar. Recordemos que una vez se ha movido el rey ya no puede efectuarse nunca más el enroque.

En la posición inicial de la partida 2 se ve con claridad que las negras deben capturar el alfil, bien con la torre, bien con la dama, ya que la captura con peón debilitaría el escudo protector del propio rey.

Partida 2

El rey desenrocado no sólo corre graves peligros sino que además impide el juego de las torres, al estorbarles el acceso a las columnas centrales.

En ocasiones, los problemas para enrocar no derivan del hecho de que el rey haya sido forzado a mover, sino a que una pieza adversaria impide el paso de éste hacia el flanco.

Partida 3

La maniobra de ataque a un rey desprotegido resulta especialmente instructiva.

Veamos a continuación una breve partida que ilustra los perjuicios de aplazar en exceso el enroque, con el simple objeto de conseguir una pequeña ventaja de material que en nada compensa las pérdidas de tiempo ni el descuido de la posición del rey.

Partida 4

Moraleja: No conviene capturar peones que pongan en peligro la seguridad del rey.


Resumen 

La ocupación del centro con peones permite asegurar el control de casillas vitales e impide su utilización por las piezas contrarias.

  • En la disyuntiva de capturar una pieza con dos peones, conviene hacerlo llevando hacia el centro el peón que captura.

  • El avance de los peones centrales es favorable, pero sólo a condición de tener la iniciativa y de contar con un apoyo adecuado de las piezas mayores.

El enroque cumple dos objetivos esenciales: la seguridad del rey y la comunicación de las dos torres.

Proporciona buenas posibilidades de ataque imposibilitar el enroque del rey contrario, lo que puede hacerse de dos maneras:

  • Obligándole a mover con un jaque o una captura.

  • Estorbando su paso hacia el flanco con la acción de una pieza.

Mantener el rey en el centro demasiado tiempo suele tener efectos catastróficos. Por eso conviene enrocar pronto.


Siguiente entrega "Ejemplos y ejercicios"