En el baile, la música establece un ritmo, y bailar fuera del ritmo resulta en un desastre. Usualmente, nuestros oídos continuamente están captando el ritmo y el cuerpo se acopla al mismo, aunque sí es verdad que hay veces en que debemos parar y escuchar bien la percusión para seguirla. Este concepto del ritmo tiene cierta semejanza en el ajedrez. Cada posición tiene cierto tipo de ritmo, y es nuestro deber como ajedrecistas atenuarnos a este ritmo y seguirlo. En varias ocasiones debemos de parar y "escuchar bien el ritmo"; ver la posición, evaluar las ventajas y desventajas de ambos bandos, dar una evaluación final (estoy mejor, posición más o menos igualada, estoy peor, complicado, etc.) y escoger un plan. En otras posiciones, es más fácil seguir el ritmo y hacer jugadas naturales, o hasta detenerse por alguna oportunidad táctica que aparezca fuera del ritmo. Recientemente, he notado que tiendo a hacer un mismo tipo de error al perder en el ajedrez. Este error radica en la evaluación incorrecta de una posición. Consideremos, por ejemplo, la siguiente posición de un juego de entrenamiento reciente que perdí.
Estaba un peón arriba en una posición complicada. El ritmo demandaba que atendiera a las amenazas y actividades de las piezas blancas primero antes de convertir mi ventaja material. Sin embargo, fui bailando fuera de ritmo y perdí.
Una diferencia entre el baile y el ajedrez es que al bailar, es muy fácil notar cuando cambia el ritmo, ya que esto usualmente va acompañado por una canción distinta. Es muy fácil para nuestros sentidos escuchar cuando va terminando una canción, la pausa en el cambio, y cuando empieza una canción nueva con un ritmo nuevo. Sin embargo, en el ajedrez no es sí, puesto que la mayoría de los juegos de ajedrez no tienen un solo ritmo fijo, sino que el ritmo cambia en varias ocasiones al transcurso de un juego. Usualmente, una señal de que acaba de cambiar el ritmo en una partida es una serie de intercambios o de capturas.
En este caso, el sacrificio de calidad de parte de mi contrincante es el indicativo que el ritmo en el juego acaba de cambiar. En términos ajedrecísticos, el contrincante propicia un desequilibrio en la posición, y, por lo tanto, mis planes deben de acoplarse a la circunstancia nueva.
Una de las diferencias más importantes entre el ajedrez y el baile es que en el baile, no existen las tácticas. Las oportunidades tácticas irrumpen en el ritmo, forzando a uno a calcular profundamente distintas variantes. Es importante estar consciente de este factor en los juegos. Para el futuro, mantendré esta idea del ritmo en mente cuando esté jugando. Lo bueno es que el ritmo existe en todas partidas de ajedrez, hasta en aquellas más rápidas como el blitz, lo cual significa que tendré varias oportunidades para hacer el ejercicio, de percibir y detenerme cuando el ritmo cambie. Creo que con que mantenga esta idea consciente en mi mente al jugar, mejoraré en este aspecto de mi juego. ¡Hasta la próxima semana!