El primer blunder de 2025
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El primer blunder de 2025

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Hijo único de madre soltera, nacido bajo el caluroso signo de Leo en un agosto tropical, y con una inteligencia precoz, era casi inevitable que desarrollara un ego descomunal desde la infancia.

A pesar de que mi madre se esforzó por desarrollar la humildad en mí, la vida colegial a los distintos niveles fue dándome golpes de realidad que me llevaron en algún momento a considerar mi inteligencia (acotemos a solo la lógica-matemática que era realmente la única en la que me destacaba y así no ofender a varios compañeros de curso que eran muchos más inteligentes que yo en todas las otras inteligencias) no solo una virtud sino una herramienta de subsistencia en ese vasto mundo que existe fuera del entorno familiar.

Por ello, mi versión escolar era muy distinta a la hogareña. Si bien el yo familiar estaba plagado de una humildad que rayaba en el hijo modelo (y que poco a poco se fue convirtiendo mi tarjeta de presentación al mundo); el yo escolar, al desarrollarse en un entorno más competitivo, fue inflando el ego, hasta el punto de que en algún momento este lo absorbió y fueron la misma cosa. En contraposición a mi versión familiar casi ejemplar, en la escuela, mi ego competitivo se fue imponiendo hasta convertirse en la sombra que gobernaba mis reacciones más viscerales.

Si bien pretendo a lo largo de este blog ir profundizando con ejemplos concretos, la verdad, es que aún es muy pronto para ello. Y aunque me importe poco lo que piense el lector (porque más hago este blog a manera de terapia que para ganar suscriptores y/o fama) es un blog de ajedrez, así establecido el tamaño histórico de mi ego pasemos a temas más ajedrecísticos.

Este año me había propuesto estar vinculado más seriamente al ajedrez. De hecho, había visto como una señal el programa Impulsa Tu Ajedrez, que promueve el gran Divis para ayudarnos a progresar independientemente del nivel que estemos. Pero el 30 de diciembre de 2024 entré a chess.com y vi la convocatoria del torneo anual de ajedrez diario.

Yo nunca había jugado ajedrez diario, me desempeño mejor en ajedrez rápido y en blitz, sobre todo cuando jugadores de mayor ELO me subestiman y juegan bersek contra mí en los torneos. Pero dije, voy a meterme, cualquier ajedrez que consuma y juegue es tiempo bien invertido este año.  Claro, no contaba con que cada jugador tenía 24 horas completas para realizar una jugada, y en ese transcurso de tiempo puede revisar libros, base de datos, preguntarle al amigo que juega mejor o incluso elaborar una estrategia muy bien pensada para usar módulos de análisis sin ser detectado.

Yo tengo muy poca paciencia, mis intentos de jugar ajedrez clásico fracasaron en los torneos provinciales escolares de La Habana, se jugaban sin reloj y todas mis partidas acababan en menos de 10 minutos para bien o para mal. Encima esa poca paciencia ha hecho siempre buen tándem con mi capacidad de cálculo rápido, pues en mis modalidades de mejor rendimiento, normalmente solo necesito calcular 2 o 3 jugadas en profundidad.

Ya en el torneo, fuera de mi zona de confort, me topé con un jugador de bajo ELO que alternaba jugadas perfectas dignas de Stockfish con movimientos erráticos, lo que encendió mis sospechas. Enseguida recibí en mi cabeza una Damaged Ego Alert con un cartel lumínico estilo Las Vegas que decía Cheater. Al vivir solo desde hace 3 años, mi segundo yo, el competitivo, alias mi ego toma el control del piloto automático y empecé a denunciar ese jugador, alegando que no era justo y más blablás, al punto que empecé a buscar razones respaldaran mis teorías (spoiler alert he hecho esto muchas veces durante mi vida en disimiles situaciones, en todas ellas la integridad de mi ego ha estado comprometida).  Incluso me planteé empezar una serie de posts analizando sus partidas para desacreditarlo y exponerlo.

Lo que no contaba este yo visceral era que iba a recibir dos golpes más contundentes e igualmente inapelables. Todo estaba muy bien en Egolandia mientras yo era indiscutiblemente el segundo del grupo clasificatorio detrás del supuesto tramposo y ante una eventual descalificación de ese jugador pasaría yo a la segunda ronda, pues solo clasifica el primero (igual ahí mal chess.com deberías hacer un bracket de perdedores con los segundos y terceros lugares estilo Champions Chess Tour). Pero llegó la variable no calculada por esta mente analítica.

Uno de los jugadores (tiene en ajedrez rápido un ELO muy similar al mío) que perdió muy rápido con el supuesto tramposo, empezó a ganar todas sus partidas. Yo solo he perdido tres partidas en el torneo hasta el momento. Las dos con el supuesto Cheater (vale recordar que el sistema de competición en el torneo anual de ajedrez de diario de chess.com es un Round Robin de dos partidas contra cada integrante del grupo, una con blancas y otra con negras) y una con el actual tercer lugar, porque dividimos honores. Pero este jugador aletargado (que actualmente está cuarto) amenaza con quedar segundo, pues yo le gané la primera partida y en la segunda estoy completamente perdido y al él ganarle las 2 al actual tercero, el desempate le favorece pues la otra partida que perdió fue por timeout contra un jugador de baja puntuación en el grupo.

Mi yo egocéntrico obviamente se sintió en peligro y empezó a rezar a cuanta deidad y fuerza conoce para que este cuarto jugador se dejara algún punto en sus partidas pendientes y así yo poder tener el segundo lugar del grupo de forma indiscutida. Pero con el transcurso de los días este jugador no solo ha ido ganando sus partidas pendientes, sino que ha demostrado una consistencia envidiable. Mi yo competitivo entró en crisis y comenzó a alargar la única partida pendiente que le quedaba (la que está completamente perdida contra el jugador no calculado) para así darle mas que pensar concurrentemente. Pero este jugador ha sabido pasar de siete partidas pendientes a solo dos ganando cinco, así que auguro un futuro negro para mis aspiraciones de pasar de ronda.

El punto culminante de esta paliza sufrida por mi ego llegó de manos de una amiga. Una de las pocas amigas que realmente me conoce, una bruja tarotista que es la encarnación mas acertada de las antiguas sacerdotisas eruditas de Egipto. Ella decidió establecer límites en nuestra comunicación debido a mis muletillas constantes en los audios. Su comentario, aunque justificado, hirió mi ego, ya sensibilizado por las tensiones del torneo. En su papel de sacerdotisa moderna, me alertó de no sé qué movimientos astrológicos en tal y más cuales nodos (lo que en ocasiones quiero desconocer, como este caso) acentuaban la sensibilidad de las personas y podría sobreactuarse en algunos contextos.

Mi ego vapuleado y yo, fuimos al gimnasio a pesar del calor, nos dimos una ducha de agua fría y después de dos Gin Tonics, acá estamos escribiendo este post. Quizás mañana pueda disfrutar del excelente resultado que he tenido en ajedrez diario, a pesar de nunca haber jugado una partida de esta modalidad. Por el momento, los tragos del sábado por la noche me llevaron a escribir esto. Aunque siendo justos, uno es la consecuencia de muchas cosas y quizás estaba marcado desde antes que un día como hoy iba a empezar este blog. Hasta el próximo post, cuando quiera que sea.

 

PD: si se quedaron con curiosidad, mi grupo es el 626 de la primera ronda del 2025 Chess.com Daily Chess Championship aunque quizás sea más accesible desde mi usuario

Blog terapéutico personal. Hablo de mi relación con el ajedrez y las consecuencias que ha tenido en mi vida. No está pensado para nadie más que no sea yo mismo, pero si pasas a leer y te sirve de algo, ya será una ganancia solo tuya.